Muchas veces dedicamos tiempo a todo menos a autoconocernos e identificar nuestro propio valor. Sin saber que sino cumplimos con esto, estaremos inmersos dentro de un círculo vicioso donde constantemente estaremos buscando que OTROS nos validen, nos quieran y nos acepten tal como somos cuando ni siquiera nosotros lo hemos hecho.
Generalmente nos valoramos según cómo los demás nos miran y valoran. Y eso es un error.
Muchas veces las valoraciones que recibimos del entorno vienen cargadas de mensajes abrumadores, por ejemplo: “Eres un niño malo”, en lugar de “Te portaste mal”; “Mamá no te quiere cuando te comportas de esta manera”, cuando lo mejor sería decir “A mamá no le gusta tal comportamiento”. Entonces las conclusiones que sacas de este tipo de mensajes son: “debo ser un desastre” y es así cómo muchas veces las personas terminan convertidas en verdaderas “ovejas negras”.
Entonces ocurre que muchas veces lo que más nos impide sentir amor hacia nosotros mismos son las altas expectativas que percibimos de nuestro entorno y normalmente, son expectativas tan inalcanzables que lo único que generan son sentimientos de frustración, tristeza y desolación.
Aprender a amarse implica:
- Asumir primero, que somos responsables de la construcción de nuestra propia felicidad.
- La aceptación incondicional y completa de todos nuestros aspectos.
- Amar, cuidar y respetar nuestro cuerpo por dentro y por fuera, incondicionalmente. El objetivo es no aceptar modelos impuestos.
- Ser auténtico. Que nuestras conductas, actitudes y formas de ser sean cada vez más “autónomas” y menos “dependientes” de los demás.
- Aprender a rodearnos de quienes nos hacen felices y a distanciarnos de quienes nos proporcionan dolor.
- Respetar los sentimientos de los demás. Mantener consideración por los sentimientos del otro sin olvidarnos de los propios.
No olvidemos que sólo amándonos a nosotros mismos podemos manifestar relaciones sanas, armoniosas y que nos aporten plenitud y crecimiento. De lo contrario, crearemos relaciones destructivas.